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HOMENAJE A LAS VICTIMAS DE LA GUERRA CIVIL EN GALDAKAO

Mayo de 1937 fue un mes negro para Galdakao. 24 vecinos perdieron la vida víctimas de los bombardeos del ejército franquista que dejaron el mayor reguero de fallecidos en el municipio en toda la contienda. Con motivo del 74 aniversario, el día 19 se descubrió en Plazakoetxe un monolito en su honor y en el de las miles de personas que no sobrevivieron. En ese punto exacto impactó un misil que provocó la muerte a 15 galdakaotarras.
En un emotivo homenaje organizado por el Ayuntamiento y la Asociación de Vecinos de Elexalde, Enrique Jugo, familiar de una de las víctimas, leyó un discurso en cuya redacción también tomó parte José Carrera, superviviente de los bombardeos. Este último recordó que “el silbido avisaba en décimas de segundo de que lo peor estaba aún por llegar” así como “las primeras caras de pánico” que vio en aquella época.

Tampoco podía olvidar a ‘El Lechero’, un avión de reconocimiento que todos los días durante nueve meses y a las siete de la mañana sobrevolaba el ‘cinturón de hierro’ en labores de vigilancia aunque siembre soltaba algún artefacto a su paso que a su vez dejaba una “huella dolorosa”. Y es que esa zona era de vital importancia para los sublevados, que ‘cortejaban’ a la fábrica de la dinamita por su alto valor.
A su juicio, lo acaecido el 19 de mayo de 1937, “fue una demostración de fuerza para cercar la fábrica pero no destruirla”. Según recuerda, a lo largo de aquel aciago día  lanzaron “desde Zuazo hasta el puente de Mercadillo decenas de bombas y algunas eran de hasta 1.000 kilos”.
El refugio de Plazakoetxe no lo soportó y se llevó a muchos de los que estaban dentro. Entre ellos Mercedes, Manuela e Isabel, madre, abuela y tía de Mari Carmen Tutor, quien consiguió sobrevivir. Con apenas “tres o cuatro años” alguien agarró su brazo y la salvó de entre los escombros, pero a pesar de su corta edad y de no recordar nada, lo que no olvida es “toda una vida” sin sus seres queridos.
En el acto, en el que se entregó un ramo de flores a cada familiar, también estuvo presente su sobrina Mercedes. Ella todavía no había nacido pero recuerda que su padre, que tenía 14 años entonces, “falleció hace dos años y siempre ha recordado ese día”. “El pobre se quedó sin todas las mujeres de su casa”, lamentaba.
Otro ramo pasó a manos de Cural Carrasco Astirraga. Vecina de Tximelarre, no se acuerda de su tía Ramona, quien murió en otro refugio antiaéreo cuando ella tenía cinco años. “El peor recuerdo que tengo es el dolor de mi madre”, explicaba. Pero tampoco olvida el dolor que causa dejarlo todo. Exiliada en Francia con su familia, sus periplos europeos duraron poco y al finalizar la guerra, regresó a casa.

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